Olvidan matanza de San Ignacio Río Muerto
Sonora ya no es lo mismo. Las tradiciones se pierden. Ahora ni los políticos hacen el extra para rescatar actos que recuerden sus raíces o lo que dicen representar. Así pasó con el aniversario 35 de la matanza de San Ignacio Río Muerto. Ya ni el caudillo campirano Julián Luzanilla Contreras, aspirante a dirigir el PRI, levanta la voz para exigir, ya no justicia, sino para reivindicar la lucha agraria.
Son los tiempos modernos de la alternancia política.
Qué le vamos a hacer.
O será porque Luzanilla se dio a conocer en Caborca y no en los ejidos del sur de Sonora. La CNC, luce por el estilo, extraviada, con la brújula perdida. Ya no sabe si es un sector del PRI o la central campesina del Nuevo Sonora.
Los campesinos sonorenses saben bien que la historia está escrita con sangre, pueden encubrirla, pero no cambiarla.
También dicen que quien no conozca su historia, está condenado a vivirla de nuevo.
Lo cierto es que una persona sin un conocimiento de su historia pasada, sus orígines y cultura, es como un árbol sin raíces.
Por ello no debemos olvidar este triste episodio de la historia sonorense en la que se mezclaron diversos ingredientes para dejarnos una tragedia que será recordada no nada más por viejos agraristas, sino por la mayoría de los sonorenses.
Mejor recordemos la historia:
El tiempo, con todo y su sabia virtud del conocimiento, jamás ha logrado restañar las heridas causadas por la matanza de campesinos del 23 de octubre de 1975, en San Ignacio Río Muerto, lo cual provocó en forma inmediata la caída del entonces gobernador sonorense Carlos Armando Biebrich Torres.
A 35 años de distancia, esos hechos violentos que dejaron un saldo de siete campesinos muertos y 16 heridos, están en la memoria de muchos sonorenses, pero esa fecha que antes causaba una especie de remordimiento mezclado con un sentimiento de culpa, ya pasa desapercibida para autoridades de todo tipo. El reloj político cumplió una vez más su tarea, con esa frase que nunca perderá vigencia: El tiempo lo cura todo… hasta las matanzas de campesinos. Hoy nadie alza la voz. Ni los líderes campesinos.
Las víctimas de la invasión de tierras en el Valle del Yaqui son recordadas como parte de una compleja red de maquinaciones, con una fuerte dosis de intereses políticos.
El 24 de octubre de 1975, Biebrich Torres envió al Congreso local la carta en la que renunciaba a su cargo, el cual se le había conferido dos años antes. Esa misma tarde llegó procedente de la ciudad de México el senador Alejandro Carrillo Marcor y el 25, ante la legislatura sonorense, rindió protesta como gobernador interino.
El propio Carrillo Marcor, quien tres años antes, como uno de los siete precandidatos a la gubernatura había dicho que Biebrich sería un magnífico candidato “ y si triunfa, como Gobernador de Sonora calará hondo en nuestra patria chica”, fue el encargado de consignar a su antecesor por robo, peculado, incumplimiento de un deber legal y enriquecimiento inexplicable, en dos procesos que duraron ocho años.
Poco pudo hacer la defensa legal del depuesto gobernador, encabezada por el penalista y procurador de justicia durante el régimen biebrichista, Miguel Angel Cortés Ibarra.
PALABRAS DE PROFETA
Carrillo Marcor tuvo palabras de profeta: La corta gestión de Biebrich caló hondo en Sonora. Pero fue el propio Biebrich Torres quien, al parecer, cavó su propia tumba política, ya que antes de haber transcurrido un mes de su renuncia, concedió una entrevista de prensa a un periodista capitalino en la que acusó a Augusto Gómez Villanueva, entonces secretario general del PRI, de haber orquestado los sucesos previos a su caída.
Y también escribió su epitafio al declarar: “Respeto la institución presidencial y respeto también a quien transitoriamente la ocupa. La historia habrá de emitir un juicio sobre el presidente Luis Echeverría”.
A partir de entonces, el mundo se le vino encima. A finales de diciembre, por medio de avisos periodísticos, fueron citados para hacer declaraciones sobre gastos de la administración, el ex tesorero Héctor Amavizca Encinas y el ex presidente estatal del PRI, Rubén Díaz Vega.
Ante el llamado extralegal, Díaz Vega dijo que estaba dispuesto a comparecer, pero en audiencia pública, para explicar la forma en que se gastaba el dinero del PRI. Ya no lo molestaron.
El 8 de enero de 1976 fue citado Biebrich, también por medio de la prensa, pero no se presentó.
El 20 de ese mes el ex gobernador Biebrich fue consignado, con apoyo en la averiguación previa número 4/75.
Como resultado de la auditoría practicada a las arcas estatales, se detectó que entre el 25 y 26 de octubre de 1975 (Biebrich renunció el 24 de octubre) se habían girado siete cheques por un valor total de dos millones 487 mil pesos. Se consideró ilícita la operación, porque al momento de extenderse los cheques, Biebrich Torres ya había dejado el cargo de gobernador.
En su libro autobiográfico “Apuntes y Testimonios”, impreso en agosto de 1989 en los talleres gráficos del periódico El Nacional, del que fue director hasta antes de ser nombrado gobernador sustituto, Alejandro Carrillo Marcor relata:
“Cuando la opinión pública sonorense se percató de que la nueva administración estaba procediendo con estricto apego a la ley, se multiplicó el número de acusaciones sobre indebidos manejos de los fondos públicos. Consideré necesario que se practicara una auditoría en la hacienda estatal, misma que aún antes de concluirse arrojó los siguientes resultados.
Entre ellos el caso, quizás único en la historia del país, que el 10 de septiembre de 1973, ¡ la Secretaría General del Estado, sección Hacienda, aprobó un pago por más de siete millones de pesos al Comité Coordinador Estatal de la Campaña Electoral del licenciado Biebrich!
Fui informado, asimismo, de un fraude cometido por una cuantiosa suma enviada por la Presidencia de la República al gobierno estatal, para auxiliar a un grupo de ganaderos cuyos hatos habían sido afectados por motivos climatológicos. La denuncia señalaba que el Gobierno Federal había enviado a las autoridades sonorenses la suma de veintiséis millones de pesos, de los cuales sólo seis habían pagado a conocidos ganaderos, con cheques de la Tesorería Estatal, habiéndose dispuesto de los veinte restantes mediante cheques al portador, girados contra la sucursal en Hermosillo del Banco Mexicano de Occidente y de los cuales no existían los recibos correspondientes.
Se presentaron otras denuncias graves. Una a una fueron quedando confirmadas a través de las investigaciones que ordené. Se llevaron a cabo las pesquisas en torno al asunto del licenciado Biebrich y arrojaron como resultado que, en el breve tiempo (25 meses) que fungió como gobernador, adquirió para su señora esposa y los puso a nombre de ella, 21 predios urbanos en la ciudad- según el dictamen de peritos valuadores, como consta en el expediente respectivo- y que en 1976 tenían un valor comercial de 6´ 348,165 pesos. ¡Suma que equivalía a siete veces el total de los ingresos del ex gobernador durante toda su gestión!”.
También Biebrich fue acusado de haberse apropiado de unas barras de plata conservadas en custodia por la Tesorería Estatal como prueba de un proceso judicial. La voz pública contaba que con esa plata se fabricó una charola que Biebrich había obsequiado a la familia Echeverría.
Según los detalles de la averiguación integrada por las autoridades de esa época, la plata desaparecida estaba fundida en 11 lingotes seriados, 6 sin identificación y un paquete de virutas del mismo metal, todo con un peso total de 483,547 kilogramos y un valor de 804,395.63 pesos.
La plata, que procedía de un robo, cuyo ejercicio se radicó en Guaymas, quedó en custodia de la Tesorería el 22 de noviembre de 1960. Biebrich se convirtió, a los 33 años, en el gobernador más joven de la historia de Sonora el 13 de septiembre de 1973. Para ello fue necesario modificar la Constitución Estatal, ya que exigía un mínimo de 35 años para ocupar ese cargo.
De acuerdo a la investigación de las autoridades judiciales, las barras de plata fueron trasladadas a la residencia de Biebrich en la capital de la República y de allí a una platería capitalina.
Carlos Armando Biebrich Torres, uno de los seis gobernadores derrocados en el sexenio de Luis Echeverría Alvarez, dejó en claro, en entrevistas de prensa, que su caída fue por “ maniobras políticas que confirman la verdadera causa: Mi negativa a acatar esa larga tradición de servidumbre política que reina en México”.
La persecución desatada contra Biebrich duró todo el gobierno de Luis Echeverría y el inicio de la gestión de José López Portillo. En cierta ocasión, cuando se desempeñó por segunda vez como diputado federal, 41 años después de hacerlo por vez primera, Biebrich declaró a este reportero: Si pudiera, nada cambiaría de mi historia. Repetiría mi misma conducta. Haría lo mismo. Defendería Sonora, mis principios, aunque se enojara y molestara un presidente, como fue mi caso.